¿La desaparición de la muerte podría afectar una sociedad?



     La muerte es un hecho presente en la naturaleza, este a su vez genera temor en el hombre, el cual da lugar a uno de sus mayores deseos, la inmortalidad. Dando un paso a la especulación, la desaparición de la muerte provocaría alteración en el ciclo de la vida; en el hombre, porque es parte del proceso natural nacer, crecer, reproducirse y morir; evidentemente la mortalidad será nula y en el transcurso del tiempo el crecimiento poblacional será notorio, debido al equilibrio existente en una población por la natalidad y la mortalidad. Por consiguiente, esta desaparición tendría como consecuencia conflictos paradójicos en la iglesia, y en la industria, generando la quiebra o el colapso de empresas como las aseguradoras, las funerarias, los hospitales y los hogares del feliz ocaso; además de los cuestionamientos elaborados por el hombre a partir de la razón, en busca de respuestas para satisfacer la necesidad de darle sentido a su vivir.
     El libro “Las intermitencias de la muerte” del autor José Saramago abarca en términos de especulación la idea de la desaparición de la muerte en un país innominado, presentando circunstancias específicas las cuales debería afrontar una sociedad frente a este hecho. Expresando la forma como el hombre en su afán de la ausencia de la muerte celebra su inmortalidad, uno de sus grandes deseos hecho realidad, por ello ve la muerte como insignificante en su individualidad y en el transcurso del tiempo se da cuenta la magnitud de las consecuencias generadas por la ausencia de la muerte en la sociedad; por otro lado, nos presenta la corrupción y la manera de controlar estos acontecimientos por parte del gobierno y de la iglesia, quienes desde hace mucho tiempo han controlado actos en la sociedad a su conveniencia, imponiendo ideales y criterios en ocasiones sin sentido solo a su favor.
      “La especie humana es la única para la que la muerte está presente durante toda su vida, la única que acompaña a la muerte en un ritual funerario, la única que cree en la supervivencia o resurrección de los muertos.” Morin, E. (1994) El hombre y la muerte. Editorial Kairos. Como es planteado anteriormente a diferencia de los animales, al acto de morir solo el hombre le atribuye valores morales y sentimentales de forma trascendental, incluso personificando ideales de un supuesto ser con hoz, capaz de decidir sobre la muerte de los hombres; cualidades brindadas a través del tiempo y de la cultura. También el modo inquietante como los pensamientos agobian al hombre sobre el momento de su muerte, implicando temor y anhelos de nunca llegar hasta allí, de desear la eterna juventud, de no abandonar sus seres queridos. A su vez se debe tener en cuenta el hecho de morir como un total misterio para la humanidad; al igual un factor indispensable en el ciclo de la vida universal; por ello es también representación de equilibrio en un sistema; en una sociedad y por ende no se puede ver a la muerte como un factor insignificante en relación con el hombre.
     Tomando como referentes el libro “Las intermitencias de la muerte” y la frase de Morin, una de las principales consecuencias ocasionadas por la ausencia de la muerte en una sociedad donde rige el cuestionamiento, es el papel de la iglesia, como bien lo dice Morin la especie humana es la única con creencias como la resurrección de los muertos, y si bien lo expresa Saramago en uno de los diálogos: “Sin muerte, óigame bien, señor primer ministro, sin muerte no hay resurrección, y sin resurrección no hay iglesia…” (2005. p: 6), donde un filósofo expresa la controversia en la iglesia, sin muerte no habrá resurrección, de este modo la iglesia no tendría ninguna manera de justificar la existencia del Dios plasmado en los antiguos escritos, Dios quien rige actos morales; incluso utilizado como negocio rentable y no precisamente para salvar almas o cultivar la fe. La iglesia ha regido a la humanidad bajo esa creencia, al punto de marcar la historia, de condenar al hombre por sus actos, sin él tener certeza o justificación de la manera como la iglesia se impone ante la humanidad.
     En segunda instancia Saramago presenta como afectaría esta ausencia en sectores profesionales. “Como era de esperar, las primeras y formales reclamaciones llegaron de las empresas de negocio funerario.” (2005. p: 11-12). Las empresas funerarias dependen de la muerte para poder mantenerse, expresado por Morin la sepultura es realizada desde la existencia del hombre de Neanderthal como una reacción afectiva; aunque si bien en la actualidad es un empleo creado a partir del hombre para atribuirle un ritual funerario al cuerpo, cargado de estética; podría decirse el negocio de la muerte, al llegar su ausencia, dichas empresas quedarían totalmente en quiebra, no hay acto en el universo que reemplace la muerte para salvar ese sector de la industria.
     “Tampoco los directores y administradores de los hospitales, tanto los del estado como los privados, tardaron mucho en llamar a la puerta del ministerio del ramo, el de sanidad, para expresar ante los servicios competentes sus inquietudes y sus ansias…” (Saramago, J. Las intermitencias de la muerte. 2005. p:13). Los hospitales se verían afectados significativamente; estos espacios se mantenían en un ciclo de disponibilidad, donde muere uno llega otro; colapsarían, no habría espacio disponible para más personas quienes no mejoran su estado de salud, pero tampoco mueren. Por otra parte el gasto de insumos sería elevado; las labores del personal quienes allí trabajan deberá multiplicarse o multiplicar el número de personal, con ello los dirigentes de los hospitales, tanto los del estado como privados tendrán más gastos y posiblemente sea necesario un aumento en la tarifa pagada por cada paciente con el fin de evitar el quiebre del lugar.
     Los hogares para la tercera y cuarta edad presentarían una situación similar a los hospitales como hace referencia Saramago, estas entidades están creadas para “la tranquilidad de las familias que no tienen tiempo ni paciencia para limpiar los mocos, atender los esfínteres fatigados y levantarse de noche para poner la bacinilla”, tampoco se contaría con espacios adecuados para mantener aquellos hombres o mujeres que han llegado a su vejez, a la deficiencia del cuerpo para realizar homeostasia; si en presencia de la muerte la metodología era un ciclo donde alguien moría y había espacio para un nuevo integrante, ahora habrá una acumulación de personas de la tercera y cuarta edad, con distintas necesidades para la eternidad y deberán suplidas por un personal, quienes a su vez deberá duplicar el trabajo por un sueldo más amplio y con ello las tarifas de quienes pagan esos hogares del feliz ocaso aumentaría o en su defecto preferirían a llevar a casa a este integrante.
      Como última consecuencia del sector industrial de una sociedad están las empresas aseguradoras. “Una terrible amenaza que se avecina pondrá en peligro la supervivencia de nuestra industria, es lo que declaró ante los medios de comunicación social es presidente de la federación de compañías de seguros…” (Saramago, J. 2005. p: 17) ¿En ausencia de la muerte las persona desearían seguir pagando la afiliación a una póliza de seguro de vida? La respuesta es no, por ello, estas empresas recibirían múltiples cartas pidiendo la cancelación del servicio, en su desgracia solo contarían con dos posibles soluciones: cerrar la empresa o idear un plan estratégico para mantenerla en funcionamiento; como es propuesto por el libro “Las intermitencias de la muerte” una estrategia sería: la elaboración de una clausula en la cual a los ochenta años se idealice como muerte obligatoria, en sentido figurado; y a partir de ese momento la persona podrá hacer cobro del seguro.
      Finalmente se tienen en claro a la muerte como un hecho arraigado a la humanidad, a lo que procede como una necesidad para mantener un equilibrio, para la estabilidad. Y aunque el hombre se atemorice y viva constantemente pensando en su muerte, se debe aceptar como irremediable; un hecho enlazado con el tiempo y este no se puede detener, es imposible detener el envejecimiento del cuerpo, por más avances creados por la ciencia o por la tecnología, el hombre debe tener una resignación y aceptar que está en su naturaleza morir.
     En otra instancia, se debe tener presente a la muerte no como un hecho insignificante, sino al contrario como factor de vital importancia para la sociedad, para mantener el equilibrio; el hombre debe dejar su egoísmo e individualidad con el anhelo de ser eterno y pensar si verdaderamente valdría la pena las consecuencias generadas en ausencia de la muerte a nuestro colectivo, como se mencionó en la industria y a nivel religioso serán más las perdidas y deberán ser mayores los esfuerzos para buscar una solución a estos problemas comparado con la supuesta felicidad que representaría en el hombre el hecho de poseer inmortalidad.

Referencias
Saramago, J. (2010). Las intermitencias de la muerte. Alfaguara.

Morin, E. (1994). El hombre y la muerte. Editorial Kairós.


Angie Lisseth Méndez López


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